¿Quién no ha soñado con escapar del bullicio de la ciudad y sumergirse en la naturaleza? Imagina despertar con el canto de los pájaros en lugar de con el chirrido del despertador. Eso es lo que me atrajo a San Estanislao, un lugar en Colombia donde acampar es básicamente una invitación a volver a conectar con lo esencial de la vida.
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La Ruta a San Estanislao
Empezamos la aventura en un carro que probablemente ya ha visto mejores días pero que tiene más historias que una abuela en una reunión familiar. La carretera zigzagueante se desplegaba ante nosotros, con montañas al fondo que parecían contar secretos ancestrales. A medida que avanzábamos, el aire se volvía más fresco y el paisaje más verde, casi como si la ciudad nos hubiese vomitado a este paraíso. No se puede decir que la llegada fue espectacular, pero una vez que dejas la carretera principal, el mundo cambia. Aquí las calles son más bien sugerencias, y las vacas parecen tener la autoridad sobre el tráfico.
Primera Impresión: El Campamento
Al llegar al campamento, vislumbré un lugar que prometía ser mucho más que una simple colección de carpas. Todo olía a aventura, o tal vez eso era solo un poco de combustible para la cocina. Los árboles eran tan altos que parecían querer tocar el cielo con sus puntas, y durante las primeras horas, me sentí como un personaje en una película indie. Ya saben, una de esas donde todo parece perfecto, pero en realidad, hay un drama por resolver. La locación era tranquilizadora y, honestamente, me preguntaba cuándo sería el momento de que algún zombi apareciera corriendo en dirección a nosotros. Aliviado de que eso no sucediera, me lancé de lleno a la experiencia.
Café de la Mañana: Un Ritual Sagrado
Los días empezaban con uno de los mejores rituales: el café. Nada grita «madrugador» como una taza de café fumante entre montañas. Esa mezcla de amargor y calidez reconfortante me empujaba a salir de la carpa y enfrentar el mundo. Las primeras luces del día parecían dibujar los contornos de la naturaleza, un lienzo que tomaba vida gracias a la luz. Más de una vez me encontré pensando que, si Van Gogh hubiera visto esos paisajes, probablemente habría decidido cambiar los girasoles por montañas.
Me acuerdo de un amigo que tenía una manía de llevar consigo una prensa francesa a donde quiera que fuera. Un lujo, dirán algunos. Pero ¿quién diría que el aroma del café podría atraer tanto a los colibríes? Ya saben, esos pequeños explosivos voladores que hacen que la vida se sienta mucho más mágica. Pero no me malinterpreten, hay algo de envidia en mí cuando veo a otros disfrutar su café mientras yo, como un novato, intentaba hacer hogueras. Una experiencia inolvidable, de verdad.
Senderismo: Conectar con el Terreno
Después del desayuno, el senderismo llamó con voz suave, pero seductora. Aunque la primera vez que emprendí el camino, me sentí como si hubiera sido sacado de una película de terror. Los árboles parecían murmurar y el suelo estaba cubierto de hojas que crujían al pisarlas, haciendo sentir una desconcertante combinación de miedo y emoción. Cada paso era un recordatorio de que estaba dentro de un biosfera increíblemente rica.
Un Encuentro Sorprendente
Fue en uno de esos paseos cuando me topé con un grupo de monos jugando en tantas ramas que creía que estaban ensayando una obra de teatro loca. En ese instante pensé: «¿Seré yo su protagonista en un experimento social?». Así, me quedé observando, casi en silencio, no fuera a ser que ellos decidieran tomarme como rehén o, peor aún, que mi afán por acercarme para tomar una foto terminara con un dedo perdido.
Las Noches de Cuentos y Risas
Una de las mejores partes de un viaje de camping son las noches alrededor de la fogata. Me encanta ese momento en que el cielo se vuelve un tapiz estrellado y el silencio se quiebra con risas. En esas ocasiones, todos se convierten en cuentacuentos. Cada anécdota inesperada resulta más divertida que la anterior. Recuerdo a un amigo que intentó impresionar a todos con una “anecdota graciosa”: un intento fallido de pescar un pez que, según él, parecía más un pez de oro que una trucha.
Todo desembocó en una lámpara de aceite, un mal intento de imitación de “La Isla de los famosos”, y un par de risas que terminaron por hacer que olvidáramos, incluso, la razón por la cual nos reuníamos. En cada sonrisa y comentario picante, sentía que estábamos creando un microcosmos de amistad y locura. Con cada risa, el grupo se fusionaba cada vez más. No hay un antídoto mejor contra la soledad que una buena fogata y amigos locos.
Reflexiones Finales
Camping en San Estanislao no solo es un escape físico, es una verdadera catarsis emocional. Ahí, en ese rincón olvidado del mundo, aprendí a disfrutar de la simpleza y a redescubrirme. La vida se hace más ligera en la naturaleza. No importa si te gusta hacer senderismo hasta que tus piernas claudican o si prefieres quedarte mirando las estrellas mientras bebes vino. Lo importante es que sientas, rías y te conectes, porque al final, lo que cuenta son esas pequeñas cosas, esas que nos hacen sentir humanos.
Preguntas para Reflexionar
¿Es seguro acampar solo en San Estanislao?
Acampar solo puede ser una experiencia increíblemente liberadora, pero siempre es mejor ir con amigos. La compañía hace todo más seguro y enriquecedor.
¿Qué llevar para el camping?
Esencialmente, asegúrate de tener una carpa, un buen saco de dormir, un kit de primeros auxilios, y, por supuesto, snacks. Ninguno de nosotros puede pensar claramente con hambre, ¿verdad?
¿Cuándo es la mejor época del año para acampar?
La mayoría de las personas prefieren ir entre diciembre y marzo, cuando el clima es más seco y agradable. Pero no te limites; cada temporada tiene su propio encanto.
